El concierto de ayer de SoniAmar en el Tao Azul fue una experiencia inolvidable. Cada una de sus canciones llevaba un mensaje profundo y personal que tocaba el alma y hacía vibrar el corazón.
En "Mas Allà", nos invitaba a mirar más allá del bien y del mal, más allá de lo visible, para encontrar al otro en su esencia pura, sin prejuicios ni máscaras. También nos invitaba a encontrarnos a nosotros mismos en esa verdad desnuda, en nuestra verdadera naturaleza.
SoniAmar nos animaba a abrazar al próximo, a ofrecerle palabras bonitas y sinceras, porque a veces una simple palabra puede alegrar el día de alguien y llenarlo de lo que más necesita: presencia, cariño y cuidado. Nos recordaba que ponernos al servicio de los demás es algo que no debería costarnos, ya que el amor es la fuerza que nos impulsa.
En "Me quiero", con su nariz de payaso, nos invitaba a ser libres como niños, a cometer errores sin miedo y a jugar a abrazarnos con un brazo y luego con el otro, mientras cantamos "Me quiero".
"Me declaro inocente de vivir" era otra canción poderosa que nos hacía cantar al unísono que somos inocentes si alguna vez cometemos errores o si no hacemos lo que los demás esperan de nosotros. Nos recordaba que podemos equivocarnos y seguir adelante, siempre intentando hacer lo mejor.
"Pulsos" nos invitaba a prestar atención a los mensajes, a esa sensación en el vientre que nos guía si la escuchamos, incluso si nos da miedo. Esa voz es sabia y nos lleva por el buen camino. Para ello, hay que confiar con los dos ojos cerrados y dejarse llevar por el instinto.
"La semilla" hablaba de las semillas que las personas que pasan por nuestra vida dejan en nosotros. Si las regamos y vemos qué aprendizaje nos han traído, haremos que crezcan flores hermosas en nuestro jardín.
En definitiva, SoniAmar nos invitaba a disfrutar de esta existencia como niños que se atreven, que sueltan lo que no les hace reír, que caen y se vuelven a levantar, y que ríen sin quedarse atrapados en una circunstancia o una emoción. Porque la vida está hecha para disfrutarla, porque somos Polvo de estrellas, pero a veces se nos olvida.